Twitter

Twitter es divertido, por algo llevo más de 7 años allá, pero también es una pérdida de tiempo, ¿Cuántas investigaciones o proyectos han tomado más tiempo o se han postergado por estar tuiteando?

Hay gente divertida, gente de la que aprendes, gente que te aporta y con la que puedes discutir de forma inteligente y tranquila sin perder los estribos.

Inclusive también hay gente que trasciende el plano de las redes y terminan significando amores o fuertes amistades y aliados.

Por el otro lado también hay burros, no sé si son minoría o mayoría, pero son los más ruidosos. Hay que aprender a ignorarlos y a estar más allá del bien y del mal con lo que comentan, no siempre se puede, para eso no hay que temer a silenciar o bloquear.

Somos almas puras y no guardamos resentimiento, pero uno no va a amargar su experiencia en una red social leyendo algo que uno podría evitar leer.

Bloquear no es coartar la libertad de expresión, es simplemente hacer que el otro en su terquedad siga peleando a una pared mientras uno sonríe y no se entera de nada.

 

En orden y en desorden

Han pasado 19 días de haber vuelto a casa, aparentemente todo sigue igual que el día que partí, sigue mi familia, siguen mis amigos, sigue la necesidad de buscar un trabajo, sigue todo lo que creía que iba a estar lejos durante un tiempo más largo; sin embargo, aún una parte de mí sigue sin acomodarse de nuevo en el espacio del cual partí hace casi 4 meses.

Han pasado 19 días de pasos en falso, 19 días de aciertos, 19 días de aciertos y de retomar ilusiones, sobre todo mi gran ilusión que parecía escondida desde aquella mala noticia recibida en un hospital hace un mes, volver a Buenos Aires a conseguir mis sueños, a darme la revancha que quiero buscar, para la cual necesito volver a reconstruir mi vida.

Días decisivos se vienen para reordenar la casa, replantear la estrategia y hacerla más fuerte, como cada día desde que volví, la clave es no perder la moral y saber que cada día que pasa, es un día más cerca de volver, vuelva en 100, en 300 o en 515 días.

Noventa y dos

92, no solo fue el año de mi nacimiento, sino también el número de días que duró mi primera experiencia fuera del nido familiar, sin duda fue mucho más corta de lo pensada, porque hubo factores (de los que solo con los más cercanos pienso ahondar) que no pensé que incidieran y al final fueron claves, tristemente, para hacer de esta historia mucho más corta.

92 días pasaron desde que abordé el vuelo AV 9205 en el Aeropuerto El Dorado hasta que me bajé de un Expreso Palmira en la Terminal del Salitre en Bogotá, en esos 92 días ocurrieron muchas cosas, tanto buenas, como malas, cosas que repetiría sin pensarlo, otras que definitivamente ni loco vuelvo a hacer.

Hoy, así como ha sido desde que tomé conciencia que volver a casa sería lo mejor para mí, pasando por el desastroso viaje de regreso, el vaso que contiene a mi periplo se está viendo semivacío, sé que gané cosas, las que hoy no percibo, pero sé que con el pasar de los días y según deba satisfacer mis necesidades y las de los demás, sabré que esto me habrá servido de algo.

¿Volveré? Seguramente, ¿Cuándo? Seguramente será pronto, para eso, solo queda reconstruir, recuperar y replantear.