De la palabra «perder»

La RAE da muchas acepciones para la palabra «Perder», entre ellas destaco:

perder.

(Del lat.perdĕre).

1. tr. Dicho de una persona: Dejar de tener, o no hallar, aquello que poseía, sea por culpa o descuido del poseedor, sea por contingencia o desgracia.

2. tr. Desperdiciar, disipar o malgastar algo.

3. tr. No conseguir lo que se espera, desea o ama.

 

Y voy a hablar de lo que es perder. De acuerdo a la definición anterior, todo el tiempo estamos enfrentados a este cruel verbo: sea porque perdimos dinero, los documentos o el celular, fuimos al estadio y el equipo que apoyamos perdió, perdimos un ser amado, en fin, múltiples contextos se dan para esta palabra.

¿Por qué hablaré de ella? No, no es por las dos derrotas de mi equipo el día de ayer, ni porque se me haya perdido un bien material o haya perdido a una persona. Hablaré de perder, así como lo dije en una entrada anterior, siento que algo se está disipando en mi esencia, que mi existencia está dejando de tener ciertas cosas que tenía antes, que los resultados que estoy consiguiendo no se adecúan a mis expectativas.

¿Cuanto más estoy dispuesto a perder? No lo sé, espero pronto termine el fin a mi mala racha, una racha que simplemente ya me está desesperando; pero si yo no pongo de mi parte para empezar a «ganar», estoy jodido, más de lo que ya estoy.

En la vida seguirá la palabra «perder», pero lo importante es por una mala decisión no «perder» la cabeza o peor aún, la vida.

Un mundo, mil realidades

Debido a que vivo en un punto alejado de la ciudad dependo de este poco agradable sistema de transporte masivo para ir de mi casa a mi Universidad y viceversa, hoy no fue la excepción y tuve que subir en el.

Martes, 6:30 AM, estación Mazurén, como el 95% de los días iba tarde; igual mi prisa no me impidió ver todo lo que pasaba a mi alrededor: niños de colegio, oficinistas, estudiantes universitarios, personas de la tercera edad todo lo que uno ve en una fría mañana capitalina, entré a la estación y mientras veía la larga fila de la taquilla pensaba «¿Esta gente estará tan apurada como yo?» «¿A esta gente le castigarán por llegar tarde?», bueno, en fin…no tardaron más de 2 minutos para que llegara el G11 que me dejaba en mi estación de destino, en aquel articulado veía el mismo creole de situaciones, el que estaba dormido en su silla, el que estaba recostado contra la puerta, el que estaba sentado en el fuelle leyendo las copias del parcial que tiene a las 7 AM, todos aquellos personajes típicos del día a día.

Hasta aquí mi relato no es nada raro; a lo que quiero llegar es que  reconozco que sería interesante conocer la historia, el paradigma de cada uno de los pasajeros, conocer el por qué llegaron hasta ese espacio físico llamado «Transmilenio»; qué pasa por la cabeza de cada uno de los que va en el bus, desde el padre de familia que va afanado para llegar a tiempo al trabajo ya que de su salario depende la alimentación de sus hijos, o aquella mujer embarazada que puede ser una madre soltera que a su suerte debe buscar cómo darle comodidades a ese ser que viene en camino, o aquel abuelo que debe ir a aguantar los trotes de un banco a los cuales ya no debería estar sometido para reclamar una pensión, o aquel sujeto que lee el periódico con calma, o simplemente aquellos como yo que andan con un par de audífonos, siguen el ritmo de la canción que suena y se dedican a pensar y a reflexionar su propia vida y a analizar el entorno y regresan al mundo cuando aquella voz  del articulado anuncia la próxima parada. Y ese nodo de realidades no solo se limita al bus, también la amplío a aquel conductor que va estresado por el trancón, aquel que mientras camina rumbo a su destino se toma un tinto y se fuma un cigarrillo, aquel repartidor de ADN que debe estar «mamado» de repetir como un loro la misma frase cada vez que reparte un periódico o en una cara más cruel de este país, aquel desplazado y aquel niño que pide una moneda en la calle. Todas esas historias y caras de la ciudad y sus habitantes que vi hasta llegar a mi destino para dejar de pensar en esas muchas realidades y sumergirme en el mundo de lo que me dará de comer el resto de mi vida.

Para resumir, en cada uno de nosotros hay una historia distinta, una historia agradable o tal vez no tanto, pero nos hace pensar en los devenires de la vida y que tal vez, esas historias que aparentemente se separan e irán evolucionando de forma paralela en otro punto del tiempo se volverán a cruzar en el espacio.

Oda al Lunes

Lunes, subvalorado amigo

No entiendo el motivo por el que este ingrato mundo es tan amargo contigo,

Sobre todo los estudiantes y los empleados

Quieren que de la semana des un paso al costado.

 

Lunes, perdónanos por nuestra ingratitud

Odiarte porque sí es una cosa absurda que no tiene similitud

Eres aquella posibilidad de iniciar una bien nueva semana

Sin importar que hoy esté intensa mi hermana.

 

Glorioso Lunes, algunos interesados solo te buscan cuando eres festivo

Aquellos que pretenden tomar la vida de un modo pasivo.

A aquellos que te seguirán odiando les digo:

«Que solo te verán una vez a la semana después del letargo del Domingo».

Crítica al radicalismo

Trataré un tema polémico, un tema que, los que me conocen o me leen por redes sociales saben que siempre me ha molestado, es aquella gente que cree ser dueña de la verdad absoluta, aquella gente que cree que confunde «ser subjetivo» con «ser objetivo», aquella gente que cree que todo en el mundo funciona así como las ciencias exactas de una forma unívoca y solo se puede hacer de la forma en la que ellos actúan.

Este ser radical es para mí alguien detestable, pero no por el hecho de que este emita su opinión, ya que si lo censuro al sesgar su opinión no tendría derecho a elaborar esta crítica, es detestable porque siempre forzará a su entorno a pensar como el y tildará al que no tenga un juicio similar al suyo de «ignorante», «tibio» y demás adjetivos que Ustedes conocen.

Pondré dos ejemplos que abundan en el mundo, les llamaré «fachos musicales» e «hinchas FIFA»: los primeros son quienes viven en su mundo escuchando un género musical y tratarán de quienes no disfruten de dicho género de «ignorantes», así mismo  como del que disfrute de otros géneros que sean distintos al del género que esta gente disfruta.

El caso de los primeros, me duele decirlo, pero en los géneros derivados del rock y del metal se evidencian muchos, respecto a ellos yo me pregunto ¿Jamás bailaron una salsa con una mujer linda? ¿Jamás cantaron un vallenato a grito herido con sus amigos con la compañía de unos aguardientes? Esas cosas no niego que las he hecho, y tampoco niego que puede haber gente que no lo haga, pero por favor, que no se crean más por no disfrutar de esas cosas.

Los segundos son igual de detestables que los primeros por el mismo radicalismo, el amor por un equipo de fútbol jamás puede evidenciarse de una manera única, es como si yo le obligara a que trate a su novia como yo lo haya hecho en un pasado. Este «hincha FIFA» es el que cree marcar los parámetros de cómo se alienta un equipo, así mismo como cuánto y a cuales equipos; estas discusiones, que para mí son «puras maricadas» ya que el apoyo es el mismo solo que profesado de distintas formas, llegan a cosas tan superfluas hasta tal punto que he leído algunos debatiendo si deben estar sentados o de pie en el estadio. Hágame el favor.

En síntesis, piense lo que usted quiera, disfrute de lo que usted quiera, pero así como usted jamás me verá obligarlo a que actúe como yo (porque el mundo sería muy paila :P), no intente adoctrinarme para que piense como usted, e intentemos respetarnos mutuamente para que todo sea mejor. Y si acaso todo lo anterior escrito les resbaló: «soy un ignorante, un tibio y estoy orgulloso de ello».

Un planeta aparte

Como en este blog dije que iba a hablar de todos los temas, no podía no hablar de una de mis grandes pasiones, el equipo de mis aprecios, Millonarios FC. Pero no voy a hablar del clásico capitalino que ayer ganamos 1-2 con ese «pepo» de Mayer cuando el último minuto de reposición transcurría, ni de la vil actuación del grandísimo energúmeno del otrora militante de la escuadra azul Gerardo Bedoya, ni del liderato parcial que tiene a la hinchada feliz ni de la estrategia de Hernán Torres o de los jugadores como tal, ni mucho menos de las mil excusas que estén diciendo los hinchas del rival de patio; simplemente hablaré de ese mítico templo que es para mí el estadio Nemesio Camacho El Campín.

Como antecedente, no puedo decir como ustedes que me enamoré de Millos por herencia, aunque indirectamente pudo ser así ya que mi padre hincha de Santa Fe a veces me llevaba de niño a ver al equipo azul y por gratas cosas de la vida me gustó más, pero al pasar los años me fue imposible ir al Campín y duré muchos años sin ir ahí y enterándome de cosas como ese cruel 2004 o los acontecimientos de la Sudamericana de 2007 por los distintos medios de comunicación, cosas que obviamente no las viví igual que alguien que haya vivido el ambiente y visto las cosas dentro de las graderías del estadio de la 30 con 57.

Como muchas cosas de mi vida, mi regreso al Campín ocurrió esta década, más exactamente a final de 2010 para un partido vs. Tolima que terminó en tablas, aquel día sentí emoción de volver a aquella casa que por cosas de la vida hace años no veía, aquella emoción incalculable de ver a un equipo y de sentir miles de personas con un sentimiento similar de apropiamiento hacia el equipo y todo lo que representa la camiseta azul, el canto y la euforia del gol, el abrazo a un desconocido cuando el marcador aumenta por el lado azul, la angustia cuando anota el rival, en fin, muchas emociones que cada uno vive y percibe por su propia cuenta.

Sin importar resultados, sin importar aquella impotencia y que se me alteren los nervios cuando nos comemos las opciones más claras, que el personaje que esté a mi lado demuestre sus nervios de otra forma y empiece a «putear» por todo, que comience media tribuna a cantar aquel desmotivador canto del «Movete» que me hace dar gastritis o que coreen a X o Y jugador, sin importar que mi ida al Campín solo sea ir a eso o involucre tomarme una cerveza antes y/o después del partido, sin importar que pueda comer palito de queso al descanso o no, sin importar si es fecha 1 o final, sin importar que la temporada anterior logremos el título o hayamos ocupado el último lugar ahí aspiraré estar lo más que pueda, y si fuera por mí, verlo todos los partidos hasta el momento de mi respiro final y siempre sintiendo aquella misma emoción de la primera vez, y como dice tal famoso canto «Yo era pequeño, me acuerdo bien, vi a Millonarios y me enamoré».

Por todas esas razones, El Campín es aquel lugar que me hace olvidar mis problemas por 2 horas viendo al equipo que me alegra la vida y me hace distraerme un rato antes de regresar a la cruel realidad de la rutina, y desde ya cuento las horas esperando ansioso al Miércoles para volverlo a ver.

Mi Atenas personal

Estamos a 100 días de finalizar el año 2012, un año que inició prometedor con grandes cosas que me trajo al principio del mismo pero poco a poco ha ido decayendo hasta tal punto que todo empieza a tornarse una penumbra trayendo consigo más cosas malas que buenas así como cierta incertidumbre que me ha abierto muchas preguntas, pero no me ha traído ninguna respuesta a las mismas.

Obviamente manteniendo las escalas, hago la proyección de lo que me ha pasado en los últimos años con Grecia, esa misma que tuvo un gran brillo en la época de aquellos filósofos que todos conocemos hasta aquella que hoy día está sumida en una crisis económica, social, política. Bueno, volviendo a mí, recuerdo muchas escenas de mi pasado reciente, escenas que en su mayoría fueron felices, no hablo específicamente de un nivel académico, personal o sentimental, hablo de un general círculo de confort en el cual se desenvolvía mi otrora yo mientras suena «Yesterday» de The Beatles. Hablar de esa felicidad me evoca el segundo semestre de 2010, un periodo de mi vida en el que hubo un apogeo, una cumbre, una luz en mi vida. Vuelve a sonar dicha canción y cada vez me pregunto con más intensidad ¿Qué pasó en estos dos años? o mejor dicho ¿Qué me pasó para que todo cambiara? ¿El orgullo? ¿la falta de ambición? ¿O simplemente mi entorno se volvió tan desmotivante? Adaptando las palabras de cierto profesor, «tengo «cincuenta» posibles respuestas, y «cincuenta» no es un número sino «sin cuenta», infinitas».

Vuelvo al hoy, mi mente divagante busca su lugar, yo simplemente me paso la mano por la cabeza haciéndome un crespo en el pelo para que me fluyan las ideas…pienso en aquel eslabón perdido que me tiene atado a ese pasado, aunque obviamente será imposible desligarme de el pues saber cómo fueron las cosas me impedirá cometer de nuevo los mismos errores; pero debo ser consciente que el pasado no es el hoy y que con mis ojos fijos en el pasado me será imposible empezar a construir el futuro.

Dejando un legado

22 de Septiembre de 2012, hoy embarco una nueva aventura cibernética, ¿Por qué lo hago? Confieso que hace rato estaba tentado en hacerlo, solo que no había tenido la suficiente motivación para hacerlo hasta que anoche un buen amigo al cual le contaba de mi gusto por la escritura me dijo «¿Por qué no publica sus escritos?» y ahí me dejó pensando, me hizo recordar todos estos años y todo lo que he escrito, producto del amor, la alegría, el querer desahogarme, en fin, cualquier sinnúmero de emociones o de motivos que hayan provocado la interacción entre un bolígrafo o un teclado y yo.

Acá escribiré de cualquier tema que se me ocurra, no soy experto ni líder de opinión en ningún tema, solo utilizaré este espacio para escribir lo que pase por mi cabeza; y haciendo alegoría  a cierta pregunta retórica ¿Si un árbol cae y nadie lo escucha, este hace ruido? Buscaré que este sea el árbol y que quien lea esto sea el testigo del ruido que hace, pues si nadie lee la obra del escritor que al final es el propósito del escritor, ser leído, es lo mismo que jamás haber escrito algo y en aquel momento en que la obra del escritor es leída por alguien más cobra vida generando algún efecto en ese lector y está trascenderá de manera positiva o negativa en el, logrando el propósito del autor quien buscará ser recordado por sus palabras por la mayor cantidad posible de individuos.
Para terminar les dejo una frase de Voltaire:

«La escritura es la pintura de la voz».